miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cuatro goles, un sabor muy dulce


Desde afuera parecía fácil atajar en esos arcos de cancha de papi fútbol, es decir, chicos. Los veías a ellos, a los que están acostumbrados, y era fácil. Sin embargo, una vez que te ubicas debajo de los tres palos, el tema se complica.
En esos cinco minutos que duró el partido, esos muchachos, gladiadores de la vida, nos metieron cuatro goles, y fuimos los peores en esa experiencia inolvidable. Es difícil atajar los puntinasos de esos crack, porque te patean a dos metros de distancia, a veces menos o a veces más. Mis compañeros no veían la pelota, literalmente, porque sus ojos estaban vendados, para equiparar las condiciones con los rivales.
Compartimos con los Murciélagos una mañana tarde espectacular, me sorprendió lo que pueden hacer dentro de una cancha a pesar de su discapacidad. Sus ojos son sus oídos, que oyen el cascabel que suena dentro de la redonda en su recorrido. Sus ojos son las manos que utilizan para agarrarse de las barandas que cubren la cancha. Sus ojos son los entrenadores. Sus ojos son el ¡voy! que sale de su boca para ir en busca del tesoro ovalado, y sus ojos son los arqueros que, además de cubrir su meta, los guían, los ubican y los alientan para seguir adelante.
Yo digo que el fútbol para ciegos necesita más reconocimiento por parte de la prensa, tienen que despertar su interés por este deporte, porque este fútbol no tan diferente al que se ve todos los días, para mí fue una gran experiencia, a pesar de que no tapé mis ojos, me comí cuatro goles y no perdí la vista por cinco minutos, pero sentí en mis compañeros que era difícil y lindo a la vez estar dentro de esa cancha sin ver y compartir con esos muchachos esas horas.

Alan Axi

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